lunes, 15 de noviembre de 2010

Un abuelo sospechoso


Un día de diciembre, pasó algo inexplicable. Unos sucesos impresionantes....
¡Qué despistada soy!, no me he presentado. Me llamo Emma. Soy una chica especial que vivo en Badajoz. Yo, con unos ojos verdes como la hierba recién cortada, dejaba hipnotizados a los chicos que me miraban, con solo ahuecarme la melena rubia.
Bueno, os voy a contar lo que pasó ese día de Diciembre.
Yo salía de mi precioso chalet para ir a la universidad, pero, de repente, ví a mi abuelo, por parte de madre, Julián, yendo hacia unos campos de maíz que teníamos a medio kilómetro de mi casa.
Yo pasé por alto ese suceso, y me fui directa hacia mis clases.
Y cuando salí de ellas, me paré delante de la enorme puerta negra, que había en mi jardín, y me fui hacia los campos de maíz sin tener ni idea de qué me podía encontrar:
Tal vez descubriera a mi abuelo, con unos ojos azules y transparentes como las gotas de la lluvia, que me desvelaba su estado de ánimo, excavando un túnel.
Tal vez buscaba a una abuelita guapa, con la que se estuviera viendo a escondidas.
Pero cuando llegué a esos campos y me vio, me preguntó:
- ¿Qué haces aquí, pequeña mariposa? - sus ojos, como había dicho antes, me mostraron su estado de ánimo. Nervios.
- ¿Abuelito, estás bien? - se me quebraba la voz por la intriga.
Mi pariente desapareció, y yo le intenté seguir y, en vez de encontrarle, me quedé inmóvil al ver una mano llena de sangre en mitad de la nada.
Seguí su rastro, y me llevó a una vieja granja.
Estaba aterrorizada, pero aunque me temblaba las manos, conseguí abrir la puerta de madera desgastada.
Entonces contemplé, otra vez, a mi abuelo, con esas gafas suyas marrones que utilizaba para ver mejor
Llegué hasta él, con duros esfuerzos, porque me seguía temblando todo el cuerpo, y me miró, con expresión horrorizada, como si estuviese guardando un secreto.
Y ahí fue cuando le vi su brazo derecho. Pero le faltaba la mano.
Y relacioné los hechos.
La mano que encontré en los campos, era la suya.
Me aferré a él, en un intento de consolarle. Él me dijo:
- No te lo había dicho porque sabía que te iba a dar un ataque - se le ahogó la voz al pronunciar las últimas palabras.
- ¡Abuelo te tenemos que llevar a un médico! - logré decir a voz más fuerte de lo normal.
- Está bien. Es que esta mañana me corté con la máquina de segar los campos.
Y entonces comprendí que era él el que cortaba los campos.
Mi madre, una vez me dijo que no querría saber quién era el que se encargaba del maíz, porque me avergonzaría.
Le llevé al hospital, y nos informaron de que se la podían coser.
Los dos nos alegramos e hicimos como si no hubiera pasado nada, pero mi abuelo tuvo mucho más cuidado con lo del maíz. Y ahí termina ese día sospechoso de Diciembre.


FIN...